Parque del V Centenario de Consolación
Utrera (Sevilla), 2005
Un paisaje hipóstilo sensorial.
Antes, este naranjal era un espacio lleno y denso en el inmenso vacío del paisaje de los campos de secano de Utrera: un refugio, un oasis lleno de recintos. La propuesta toma esta cualidad y proyecta el parque como espacio isótropo al que se le insertan pequeñas escalas de manera quirúrgica. Los naranjos se podan para permitir el tránsito bajo ellos y se restaura su trama; el terreno se deja natural y los antiguos sistemas de riego se revelan al ciudadano.
Aquel paisaje lleno del pasado se convierte en vacío urbano por la mera proporción entre el espacio libre que deja y el construido que ahora le rodea. Preservando un trozo de campo en la ciudad, le recorren multitud de caminos a modo de incisiones en el laberíntico espacio. Caminos que atraviesan campos de texturas vibrantes que hablan a los sentidos: de tacto, sonidos, color, olor —recuperando la memoria agrícola del uso de las naranjas para la producción de jabones y perfumes.
Entre el espacio mágico del parque-naranjal y el espacio genéricamente malo del crecimiento urbano, se produce un paseo perimetral, un nuevo borde esponjoso y de transición, en parte sobre la traza de antiguos caminos, que incorpora equipamientos de nueva planta y piezas rehabilitadas del patrimonio industrial. Las explanadas frente al Santuario, espacio patrimonial público sagrado, se consideran igualmente parte de este sistema perimetral, y sobre ellas se actúa con discreción y de manera mínima recuperando algunos de sus valores históricos en lenguaje contemporáneo.