Convento de Santa María
Cádiz, 2006-2009
Un habitar aislado de suelo enclaustrado y azoteas ocultas.
Al proyectar un convento de clausura nos planteamos en primer lugar lo que significa en la actualidad un habitar aislado del mundo exterior. En el caso de la rehabilitación de un convento del siglo XVII situado en un entorno urbano denso, parte de esta incógnita se despeja al tomar en consideración la situación preexistente —un claustro generoso, la proliferación de patios, el contacto con la Iglesia, especialmente con sus cubiertas— y las propias características del barrio de Santa María de Cádiz —calles, plazas, adarves, portales, patios, viviendas y azoteas entrelazados fluidamente, para conformar un habitar que matiza la relación entre el espacio público y el espacio privado.
La propuesta rastrea entre los antiguos muros posibles espacios que hagan de interfaz entre el convento y la ciudad. En torno a un añoso acebuche se reubica la función tradicional de patio-compás. Mientras, para mantener y enfatizar la transversalidad del convento de calle a calle, se conforma un pasaje cubierto entre los dos conjuntos de vivienda social que acompañan al programa del proyecto.
El viejo claustro vuelve a convertirse en el centro del deambular cotidiano de la comunidad. Los espacios representativos (cocina, refectorio, sala capitular, oratorio y archivo entre otros) conforman una nueva pieza de espacios maclados e iluminación diversa. El mundo más privado de las celdas se eleva sobre las cotas más altas de las cubiertas. Y éstas, concatenadas con las de la iglesia, pasan a ser espacios de esparcimiento menos reglado: imaginamos un pequeño huerto o un jardín de exuberantes macetas entre las que se atisban miradas contemplativas hacia la inmensidad del cielo y el mar de Cádiz.